Comparte

  • del.icio.us
  • zabaldu
  • aupatu
  • meneame
  • digg

Si le ha parecido interesante el artículo puede ayudar a difundirlo

Zure iritzia / Su opinión

Participa

Premios

  • Artetsu Saria 2005

    Arbaso Elkarteak Eusko Ikaskuntzari 2005eko Artetsu sarietako bat eman dio Euskonewseko Artisautza atalarengatik

  • Buber Saria 2003

    On line komunikabide onenari Buber Saria 2003. Euskonews y Media

  • Argia Saria 1999

    Astekari elektronikoari Merezimenduzko Saria

Mondragón: ecos de la fundación de una villa guipuzcoana

José Ángel LEMA PUEYO, medievalista

Hace 750 años el rey Alfonso X el Sabio (1252-1284), el 15 de mayo de 1260, otorgó carta puebla a un pequeño enclave del valle de Léniz llamado Arressate o Arrasate. Con la carta se le cambió el nombre, que pasó a ser Montdragón o Mondragón —¿eco de una leyenda o una ocurrencia del monarca?—. Las presentes líneas pretenden acercar al lector a la vida de sus vecinos en aquella época, a fines de la Edad Media. Esta población, que hoy día se llama Arrasate-Mondragón, está situada en la comarca guipuzcoana del Alto Deba, en la parte suroccidental de dicho territorio histórico. Su núcleo originario medieval, el que recibió el fuero, estaba comprendido entre el cerro de Santa Bárbara, al oeste, y la confluencia del río Deba con su tributario el Aramayona, al este. Alturas como la de Santa Marina y la de Udalaitz, dominaban el conjunto. En este enclave confluían las rutas procedentes de Bergara, Elorrio, Aramayona y Vitoria.

Escudo de la villa.

Escudo de la villa.

Sin duda, Alfonso X el Sabio quería promover este punto estratégico de comunicaciones, que aseguraba las relaciones entre la Meseta, la Llanada alavesa y la costa guipuzcoana. El instrumento elegido para ello fue la citada carta puebla. ¿Qué en qué consistía? Era un documento solemne, ostentosamente ornamentado, sellado con plomo y redactado en pergamino, en una escritura muy cuidada, que seguramente se leyó en público ante los moradores. Dadas las circunstancias, alguien traduciría el texto castellano al euskara que hablaban y entendían la mayoría de los pobladores, y haría comprensibles sus formulismos. Aquel diploma convertía a Mondragón en una población privilegiada dentro del valle de Léniz. Sus vecinos quedarían sujetos al mismo fuero del que gozaba Vitoria, lo que suponía una serie de ventajas: reparto de solares para edificación, garantías judiciales, defensa de la paz urbana, protección de la propiedad, igualación legal entre los vecinos, exenciones de cargas y demandas señoriales, acceso a los montes y bosques del valle. Numerosas cartas reales posteriores definieron y ampliaron estos derechos. Al mismo, empezó a formarse un poder urbano. Era el concejo, mencionado por primera vez en 1262, esa asamblea general de vecinos que se reunía para decidir en las cuestiones de interés común. Este sencillo organismo evolucionaría, generaría sus propios cargos —se habla de alcaldes y jurados ya desde 1282—, y con el tiempo se haría más cerrado y elitista. La joven villa extendería su influencia por el valle de Léniz, y para 1353 conseguiría poner bajo su control las aldeas cercanas de Garagartza, Udala, Erenusketa, Isasigaina, Uribarri y Oleaga. Con ello, el término del concejo iba adquiriendo el perfil actual.

Al amparo de garantías y privilegios, sacando partido de la actividad comercial y del transporte, de la explotación de las ferrerías y de los recursos forestales, se formó un casco urbano de planta elíptica, parecido al de Vitoria, rodeado por murallas de piedra. La documentación dejó el nombre de sus calles, que se prolongaban de oeste a este: Ferrerías, Erdiko kalea o En Medio e Iturriotz, así como de, al menos, tres cantones o callejas menores, que completaban las calles mayores antes citadas: Surguincantoi o Surgin, Olarte y San Juan, mientras que hasta cinco puertas o portales controlaban el acceso a la villa. En el espacio intramuros, los solares se distribuían en parcelas iguales de unos 8 m. de ancho en la fachada y 12 m. de longitud. Sobre los solares se alzaban las viviendas, de unos dos pisos inicialmente. La madera es el material predominante hasta mediados del siglo XV, si se exceptúan las residencias de los hidalgos locales —casas-torre y luego palacios urbanos—, levantadas ya en piedra desde fechas tempranas. En un primer momento, aún quedaba espacio para insertar huertas o jardines entre las casas. Conforme crezca la población y se vaya llenando el espacio intramuros, empezarán los problemas de habitabilidad y hacinamiento, muy claros ya a fines del siglo XV. Ante este desafío, no se reparará en medios: eliminación de huertas y jardines, división de los solares, levantamiento de nuevos pisos —hasta un tercer o cuarto nivel—, excavación del subsuelo o invasión del espacio público de las calles. Otra solución consistirá en poblar arrabales situados más allá de los muros, lo que llevaría, en el tránsito de la Edad Media a la Moderna, a la formación de los barrios de Musakola, Zarugalde y Gazteluondo.

El desarrollo de la villa estuvo marcado por una fuerte violencia. Gipuzkoa, durante los siglos XIV y XV, sufrió fuertes conflictos sociales: las llamadas luchas de bandos. Mondragón no podía quedarse al margen. De hecho, sufrió el acoso de los poderosos señores y condes de Oñati, que trataron de someterla. Dentro de sus muros, dos grandes agrupaciones de familias, los Báñez de Artazubiaga y los Guraya, se disputarían la hegemonía. Además, estos dos bandos locales estaban muy bien relacionados con los demás linajes hidalgos de Gipuzkoa, Bizkaia y Álava. El paroxismo se alcanza en 1448, año en que arde la villa, víctima de estos enfrentamientos. Ante este desafío, los vecinos buscan la protección del monarca y la alianza —la Hermandad General— con otras villas, contribuyendo así a la formación de las instituciones de la Provincia de Gipuzkoa. Entretanto, de estos conflictos nacería un grupo dirigente local, integrado por antiguos linajes y familias hidalgas ascendentes, que dominaría el concejo desde fines del siglo XV. Frente a ellos, la mayoría de la población, cada vez más excluida del poder: tenderos, artesanos, herreros, carpinteros, curtidores, zapateros y caseros de los alrededores. Con el tiempo, ya en el siglo XVI, se mencionarán a los primeros maestros y escuelas.

Casco antiguo de Arrasate/Mondragón.

Casco antiguo de Arrasate/Mondragón.

Frente al poder de linajes e hidalgos, frente a la autoridad concejil, se alzaba otro poder: el de las conciencias. Antes de la fundación de la villa, una pequeña iglesia, la de Santa Marina, atendía las necesidades locales del culto. El desarrollo de la nueva población exigía un nuevo templo parroquial. Surgiría así la iglesia de San Juan Bautista, cuya primera mención conocida se remota a 1318. San Juan se convertiría en la cabeza del arciprestazgo de Léniz, perteneciente al obispado de Calahorra. Dicho arciprestazgo, a caballo entre Gipuzkoa y Álava, se extendía desde Elgoibar, Eibar y Soraluze hasta el valle de Aramayona. En el mismo Mondragón un grupo nutrido de clérigos atendía el culto: el propio arcipreste, los sacerdotes beneficiados con sus capellanes auxiliares, presbíteros sin beneficio, diáconos y subdiáconos. Junto a esta iglesia y la vieja capilla rural de Santa Marina, que fue decayendo, consta la existencia de otros templos menores —hasta ocho, a mediados del siglo XVI— y de tres hospitales, que atendían a pobres y enfermos: San Andrés, Nuestra Señora de la Concepción y Santa María Magdalena o casa de San Lázaro.

La opinión de los lectores:

comments powered by Disqus
Eusko IkaskuntzaAsmozEusko Media